lunes, 30 de noviembre de 2009

La lluvia y el pecado - 1° parte -

No esperabas encontrar algo así. Olor a leña, a parafina y a algún incienso también. Un colchón y, sobre él, una manta desordenada. Velas alrededor, todavía quedaban algunas encendidas aunque no parecía haber nadie en ese lugar, ¡qué inconsciencia! Un par de almohadones se acomodaban en el piso sin demasiado criterio. Cerca de ellos algunas prendas de vestir descansaban sobre el piso frío.
No había demasiado que pensar. Tu mente se negaba a concebirlo, sin embargo, era evidente que ese lugar había sido testigo de un arrebato de locura. Sentías el pecado en el aire. Aún peor, sabías que ellos, malditos sucios, no podrían haberse ido todavía de su morada. Todavía estaban allí, estabas segura. Tal vez bañándose juntos, viéndose sus cuerpos desnudos, tocándose.
Un escalofrío recorrió tu cuerpo, te estremecía el simple hecho de pensar en esas carnes sin ropa, mordiendo la manzana que condena al infierno.
La lluvia afuera no cesaba y ya no podías salir. A pesar del ambiente pecaminoso, la calidez que te proveía esa pequeña cabaña te atrapaba. Pensaste en sentarte, pero rápidamente aparecieron las dudas, ¿quién sabía por cuántos sitios habrían andado esos dos gérmenes de Satán?, ¿donde habrían rozado esas pieles cargadas de pecados?, ¿quién sabe si no podrías contagiarte alguna enfermedad? Decidiste apoyar tu campera sobre la mesita ratona que estaba bajo la ventana y allí esperaste. Consciente de que aparecerían en algún momento, preparaste tu cabeza para enfrentarlos.

No hay comentarios: