miércoles, 9 de diciembre de 2009

La ciudad tras bambalinas (1° parte)


La música, los estados de la felicidad, la mitología,
las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos
y ciertos lugares, quieren decirnos algo[…] esta
inminencia de una revelación, que no se
produce, es, quizá, el hecho estético.
JL Borges

La ciudad construye espacios, espacios urbanos, y ubica en esos escenarios figuras centrales y figuras secundarias. Pero lo increíble es que todos los habitantes los aceptamos, aceptamos esa disposición de los personajes, que la ciudad nos diga qué mirar, qué escuchar, qué hacer; dejamos que la urbanidad nos oriente sin cuestionamientos.
Sin embargo, hay un actor de esta sociedad que se encarga de abrir la mirada, de ver lo que no se ve, lo que queda tras las cortinas del teatro que propone la ciudad. Ese actor es el arte, la ficción en particular. Son las novelas, la literatura, las obras de teatro las que ponen en el centro lo que la ciudad conserva a los costados. ¿Por qué será que es sólo la ficción la que logra desorganizar la organización urbana? Es la necesidad de encontrar relatos, son las ganas de contar historias las que llevan a un escritor a fijarse en lo que está tras las cortinas.
Hace algunos meses empecé a trabajar en microcentro (no es que no lo hubiera hecho antes, pero nunca había permanecido tanto tiempo en un empleo). Pasada la euforia inicial supe que ese trabajo no me traería nada bueno, que había tomado la peor decisión posible, que nunca debería haber dicho que sí. Me molestaba no poder dedicarle tiempo a la facultad, pero más me fastidiaba no tener tiempo para escribir. De todas maneras, y reafirmando la filosofía china, con el tiempo encontré el yin dentro de mi yan.
Por suerte (ahora digo que fue suerte) tuve que correr por Florida y Lavalle, afortunadamente me estrujaron en el subte tantas mañanas. Fue bueno, y creo firmemente que fue bueno no porque quiera autoconvencerme de que no perdí el tiempo, sino porque vi y viví situaciones desconocidas, porque pensé, porque me transformé. Fui otra, me desdoblé y entendí posturas opuestas.
Fui una oficinista que “vuela” por Corrientes sin ver ni el Obelisco, caminé chocando gente porque llegaba tarde, aún cuando no tuviera ningún horario para llegar a ningún lado, simplemente porque, ya lo dice Fito Páez, siempre se hace tarde en la ciudad.
También y al mismo tiempo fui (un proyecto de) escritora, de artista. Gracias (y nunca mejor usada la palabra “gracias”) a tener que escribir ficción tuve que encontrar algo distinto en mi rutina, me tuve que obligar a ver más allá. Se desprendió de mí una segunda yo, una que se detiene a ver el Obelisco (aunque sea de reojo) cuando está llegando a la oficina, una que ve el color de la manta que tapa al señor que duerme en la parada del colectivo, una que sonríe sola en el subte cuando el saxofonista hace su show.
Esa segunda parte mía se reveló ante las imposiciones de la ciudad, le dijo “no” a los protagonistas sobre los que la urbanidad focaliza su atención; espió, miró a los costados y descubrió que detrás de las bambalinas hay millones de cosas tanto o más interesantes que las que brillan bajo el foco principal.
Oscar Wilde dice que ningún artista ve las cosas como son en realidad, ya que si lo hiciera dejaría de ser artista, pero yo no creo que sea así. El artista ve la realidad, sólo que no es la realidad iluminada por la ciudad. Es la realidad de los márgenes, la realidad en la que la ciudad no pone el foco, la más difícil de ver. Eso convierte al artista un artista, la capacidad de inclinar la cabeza y mirar más allá, de ver mucho más que la realidad establecida. Es por esto que es la ficción la única que rompe con los estereotipos urbanos establecidos, esos que nos orientan la mirada.


2 comentarios:

JuanT dijo...

Las historias que realmente importan están escondidas en esas conversaciones que escuchamos al pasar...

No creo que quien escribe sea un "artista", ya que escriben más personas de las que nos imaginamos, solo somos personas que, como niños, miramos con fascinación las cosas más cotidianas como si fueran algo nuevo cada vez que las vemos

noe dijo...

Coincid, pero con artista no me refiero a gente consagrada como tal, simplemente a cualquier persona que mire lo que no se ve a simple vista. Todos tenemos un artista escondido en algún rincón.