sábado, 5 de diciembre de 2009

La lluvia y el pecado - última parte -

Exponiéndote a los retos de tus padres por haber tomado frío la noche anterior, acusaste náuseas y temperatura y faltaste a la universidad. No sabías qué te estaba pasando, nunca habías hecho algo así, pero necesitabas tiempo para procesar todo lo sucedido y para eso precisabas soledad.
Acababas de servirte un té cuando el timbre sonó. Estabas en pijama y nadie debía verte así, con tan poca ropa, pero no tenías tiempo de cambiarte, así que abriste la puerta igual. Casi tiraste la taza de té cuando viste quien se encontraba del otro lado, era él. El morocho más lindo, te miró con esos ojos que tanto te gustaban y te saludó con un “hola” que te estremeció hasta pararte cada pelo de tu cuerpo. Tu campera colgaba de su brazo derecho, “creo que es tuya”, dijo y te sonrió mostrando esa dentadura perfecta. Lo miraste te reíste, no entendiste bien por qué, pero fue lo único que pudiste hacer, te tentaste como nunca lo habías hecho antes, te sentías bien. Lo invitaste a pasar y le ofreciste un té. Hablaron por horas, no te importó que volvieran tus padres, no te importó que te vieran en pijama hablando con el vecino. Nunca habías estado tan feliz.

No hay comentarios: